@albion2112
Finalmente concluyó la Copa del Mundo Brasil 2014, y tal vez sea buen momento de analizar de manera objetiva la actuación de la selección mexicana, ya con la cabeza fría y dejando de lado necedades y sentimentalismos.
El décimo puesto alcanzado en Brasil 2014 representa la mejor actuación de la selección mexicana en un Mundial realizado fuera de México. / Foto: Especial |
Por otra parte, fue la sexta Copa del Mundo consecutiva en la que el equipo mexicano quedó eliminado en los Octavos de Final, lo que es un dato que lleva a la reflexión. En principio, creo que queda claro que el nivel de competencia del seleccionado tricolor parece estar perfectamente delimitado, al menos en las justas mundialistas, pues el cambio generacional o de filosofía de juego no parece influir en los resultados.
Se puede jugar competitivamente, incluso dejando un buen sabor de boca tanto a la afición mexicana como a la prensa nacional e internacional, pero todo apunta que México no pertenece al selecto grupo de los ocho mejores del mundo, y quedar ubicado entre las posiciones nueve y dieciséis parece una justa valoración. De hecho, el décimo lugar conseguido en Brasil 2014 representa la mejor actuación en una justa mundialista realizada fuera de México, y quizás en ver de estar hablando del 'ya merito' o de lo cerca que estuvimos 'de hacer historia', sería positivo adoptar una postura crítica.
A muchos no les gustan las comparaciones, pero en ocasiones son la mejor manera de llamar la atención hacia detalles que se debieran mejorar si es que realmente se pretende buscar un crecimiento sostenido. Tomemos, como el mejor ejemplo posible, a Alemania, actual campeón del mundo. Su técnico, Joachim Low, comenzó a trabajar para su selección como asistente de Jurgen Klinsmann en el proceso previo al Mundial de Alemania 2006, y asumió como director técnico al final de la justa mundialista, reemplazando al respetado ex-goleador teutón.
La selección mexicana llegó al Mundial de 2006 dirigida por Ricardo LaVolpe, en un proceso que resultó en un buen nivel competitivo, pero en el que no se pudo apostar por la continuidad a causa de las luchas intestinas en los círculos de poder de la Federación Mexicana de Futbol. Desde entonces, diez hombres han ocupado el banquillo de técnico de el seleccionado nacional: Hugo Sánchez, Jesús Ramírez, Sven-Göran Eriksson, Javier Aguirre, Efraín Flores, Enrique Meza, José Manuel de la Torre, Luis Fernando Tena, Victor Manuel Vucetich y Miguel Herrera. Diez técnicos en ocho años. Esa falta de continuidad es un reflejo de como se maneja el futbol mexicano. No existen proyectos a largo plazo.
Miguel Herrera se encuentra ante la histórica posibilidad de tener continuidad como director técnico de la selección nacional mexicana. / Foto: Especial |
La misma gente con los mismos sistemas de trabajo, suele llevar a los mismos resultados, así que no veo ninguna razón lógica para ser optimista de cara al futuro, incluso si se trata sólo de pensar a mediano plazo, a la cita mundialista dentro de cuatro años, cuando seguramente se volverán a hacer las mismas promesas: el quinto partido es el objetivo mínimo, pero la vista está puesta en el campeonato, porque la única razón válida para presentarse a jugar en un torneo, es tener la disposición y convicción de que se va a competir para ganarlo. Es un bonito discurso, pero en el caso del futbol mexicano resulta hueco, porque no hay nada que lo respalde.
Incluso hay un problema de actitud que se muestra como opuesto a esa mentalidad ganadora que parecen intentar vender a la afición mexicana. Ese problema es el miedo irracional que técnicos, jugadores y dirigentes le tienen a la palabra fracaso. Toda empresa trabaja por objetivos, y el futbol mexicano y la selección nacional son una empresa. En el más reciente periodo de trabajo, esta empresa se fijó una serie de objetivos, con un campeonato del mundo como meta final, y la disputa de un quinto partido, es decir, en los cuartos de final, como objetivo mínimo. ¿Qué grupo de accionistas estaría dispuesto a aceptar que el no conseguir el objetivo mínimo que se fijó en el plan de trabajo, no representa un fracaso?
Una frase muy común es que 'el fracaso no es una opción', lo cual es bastante ridículo, considerando que no sólo es una opción, sino que suele ser la más viable de todas aquellas que se presentan. Se puede hablar de que el trabajo duro y el pensamiento positivo son las principales herramientas para tomar el camino correcto, el que lleva al éxito, y que las dudas y el pensamiento negativo son la forma más rápida de encontrar el camino al fracaso, pero es necesario reconocer que el fracaso siempre está ahí, y que existe algún modo de evitarlo. Ignorarlo no lo va a hacer desaparecer, por el contrario, es importante entender su presencia y aprender a identificar los factores que conducen a él a fin de evitarlos.
Para ser campeón hace falta mucho trabajo, pero también el estado mental y la actitud adecuados. Se han dado algunos pasos, pero todavía falta. / Foto: Especial |
Sería mucho más productivo hacer un ejercicio de auto-crítica, evaluar todo aquello que se hizo bien, pero reconociendo lo que se hizo mal. Porque no basta con cerrar los ojos y volver a lanzarnos de frente a chocar contra la misma pared, con la esperanza de estarla ablandando y que en cualquier momento pueda derrumbarse. Lo ideal sería revisar la naturaleza del muro, y averiguar si no será que es más fácil evadirlo con una ligera desviación en el camino, o si es que acaso tiene una puerta que en medio de nuestra necia ceguera no habíamos notado jamás.
Porque, a fin de cuentas, el fracaso siempre es una opción, pero lo verdaderamente lamentable es aceptarlo por elección.
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